Rototom Sunsplash 2018: lo que no se ve
Escrito por admin el 16 septiembre, 2019
Fotografías: Solange Bendinelli
Nota: Victoria Victoria
Puede ser que ya hayas ido alguna o muchas veces, o quizá no. Si entre tus planes está ir, debes saber que, en primer lugar, será casi imposible ver toda la oferta que el festival tiene para sus visitantes. Durante los 8 días que dura este mega maratón, siempre te quedará la sensación de que te has perdido de algo.
Primero, porque necesitarías multiplicarte por tres (o por quince) para ver a todos los artistas. Segundo, porque hay demasiados rincones en el mismo recinto a los que pocos llegan. Y tercero, porque muchas de las cosas que forman parte de él, se dan afuera, en la ciudad, o por el contrario, adentro, en el mismo camping.
Una noche normal allí es revisar 3, 4, 5 o 6 veces la agenda para saber a dónde ir primero. Es correr entre escenarios y ver 30 o 40 minutos de show de un artista para poder ver a otro que está sucediendo, probablemente, al mismo tiempo.
En el mismo espacio que tú conviven cerca de 200,000 personas de diferentes países, por lo que encontrarse con la misma cara dos veces es rarísimo. Aunque no imposible. Puede ser que te toque coincidir en las duchas comunales, en frente o a lado mientras el agua fría te saca un escalofrío que te durará lo mismo que el tiempo que tardes en bañarte. O por otro lado, podría ser en la cocina, ya sea preparando de comer, lavando trastes o comiendo en las largas mesas que a veces, no se dan abasto en horas pico. Lo que sí es que, aunque no llegues a toparte de nuevo con alguien, siempre habrá quien esté dispuesto a cederte un poco de sus especias, unas gotitas de aceite, sal o jabón y que te dará la mano y te agradecerá a como pueda darse a entender.
En el ir y venir del camping te encontrarás a las mismas personas fuera de sus carpas o, a veces, bajo un toldo o estancia improvisada que ellos mismos han preparado. Los verás y pensarás que están solo para vivir el festival desde allí, en paz. Y esto también es bastante válido. Si es tu primera vez, vale la pena tener la fotografía completa y pasarla aquí, aunque es igual de importante el ir preparado o terminarás durmiendo sobre un inflable de playa comprado en una tienda china y tapado con una bandera gigante de tu país (nota de la redacción: esto realmente pasó). Hay otros que preferirán refugiarse en la tranquilidad y la oscuridad para hacer el amor y no la guerra, como si se tratara de un Woodstock moderno.
Aquí no existe la hora de dormir, aunque a veces el Lion Stage o cualquier otro rincón puede ser el lugar ideal para echar una pestaña; uno se arrulla con el Dub Academy de fondo y se despierta al grito de ‘Rooootoootooooooom’.
El festival no es un Zion, aunque está cerca de serlo. Constantemente te llegará este pensamiento cuando estés sentado viendo la vida pasar. “Yo podría vivir aquí”, pensarás. Rarísimas veces sucede que no todo es alegría y buena vibra, porque la convivencia entre tantísima gente en un mismo espacio puede tornarse complicada (como en cualquier otro lugar). Durante la madrugada hay quienes pelean con unos tragos encima, pero también en el día hay quienes reclaman a los voluntarios por quien se queda con una silla. De cualquier forma, la paz no se ve perturbada más allá de unos pocos minutos.
No solo se vive para oír a los artistas, uno viene también a aprender. En sus márgenes encontrarás diferentes stands, por ejemplo, donde los locales te retarán a unir la semilla con el vegetal o la fruta que conocemos, y es precisamente aquí donde te darás cuenta que, después de todo, hay muchas cosas que ignoramos, como la apariencia inicial de lo que consumimos diariamente. La Cruz Roja Española, Greenpeace y más se las ingenian aquí para atraer a las personas a sus causas y un poco de tu tiempo no les viene mal en lo absoluto.
De que hay historias por donde quiera que pases, las hay. Una en particular es la de los manteros, Top Manta, quienes comenzaron a vender su propia línea de ropa con diseños inéditos que cuentan su travesía desde Senegal hasta España. También hay historias de sabores y aromas e incluso el performance completo, y en primera de fila, de cómo es preparar un auténtico mojito cubano (y que terminará con un baño masivo de ron blanco).
Otros días, la dulce voz de Mary Jane junto a Brother Wildman y Maga Lion de Emeterians te hará darte cuenta que, aunque no sepas cantar en absoluto, tenerlos tan cerca y develando sus secretos en armonía es algo por lo cual no podrías pagar en algún otro lugar. Solo allí. Y privilegiados son (somos) los que hayan coincidido esa misma tarde con ellos.
En la playa reforzarás el pensamiento de “yo podría vivir aquí”. Mirarás a tu alrededor y harás cálculos mentales con frases como “¿y si renuncio y vendo todo lo que tengo para venir acá?”, “quizá puedo venir unos meses y probar a ver si encuentro un trabajo para quedarme aquí a vivir esto siempre…”, “haría lo que sea”, luego los mojitos y la cerveza de 1 euro llamarán tu atención, con el reggae sonando en el fondo como el soundtrack de tu vida y te quedarás lelo, con la vista hacia donde se desaparece el mar. La playa de Benicasim no le pide mucho al Caribe.
Volverás a las noches. A ir en busca de nuevos terrenos inexplorados. Un día te sorprenderás de ver a Hollie Cook con David Rodigan estallando en el escenario y al otro, la verás bailar dancehall en una clase masiva con pocas personas alrededor. De repente todo se convertirá en una mega fiesta y te sentirás como si estuvieras en Jamaica, aunque nunca lo hubieras pisado en tu vida.
Pocos sobreviven de pie como un roble, pero vale la pena el aguantar hasta ver el amanecer. Aunque sea un día. Algunas madrugadas son muy frescas (señal de que el verano se va) y el ambiente se torna distinto, muy diferente. La vida durante algunas semanas aquí, en esta microciudad, se escapa lentamente conforme pasan los días.
Cuando es momento de regresar te invade la melancolía. Uno se acostumbra a las caras, a los mismos pasos, a las rutas para ir y regresar de la ciudad, a la comida, a los olores, incluso a los vecinos de carpa. El Rototom ha llegado a su fin.